quedaba grande, pero estos me quedaban pequeños!!!- No pasa nada -me decía el hombre de la tienda- días antes de tu boda te pasas y te los metemos en la horma.
- Póntelos en casa, que van cediendo -decían a coro mi madre y mi tía Rosi (las expertas en moda de la familia).
Bueno, pues así fue. Me los llevé a casa con el propósito de darlos de sí urgentemente.
El problema es que como vivo con el novio, pues ¿cuándo me los pongo sin que los vea? Lo solucioné pronto, llegué a casa y se los enseñé. Un problema menos.
Me los he estado poniendo de cuando en cuando, pero la verdad es que en un piso, hay poco recorrido por hacer. El resultado es que habían cedido -4.
Un día, entre marujeo y marujeo, comentando con unas amigas mi gran tristeza y desdicha con el calzado, Vane -de ahora en adelante con el prefijo Santa- me dió la solución: "Le echas alcohol al zapato por dentro, te pones una docena de calcetines, un pokito de sal y ya está tó arreglao".
La escuché con algo de incredulidad, pero como no perdía nada, pues probé y, por fin... ¡Qué alegría, qué alboroto!
Ahora mis zapatos y yo somos grandes amigos, todos los días damos un paseito para hacer la cama, para tender, para planchar... Me acompañan bastante en esos momentos de ausencia por negocios del novio.
¡¡Gracias, Santa Vane!!
La Vane todo lo que sea de jugar con moscas y zapatos... Es una fenomena!! Miembra jajajaja!!
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