LA PENÚLTIMA

Cuando comentaba a amigos y compañeros casados que me iba a casar, siempre me advertían del lío que en estos tiempos supone una boda. Pero también me animaban siempre, siempre, siempre, diciéndome que me ahorraba un tema bastante chungo, como es tener que ir en innumerables ocasiones a la capital a comprar abalorios, engalanamientos, joyas, vestido y demás ornamentos que necesita una novia el dia de su boda. El caso es que el novio se libra de ese rollo, porque la tradición dice que no puede ver las vestimentas de ella hasta minutos antes del sí quiero.

...así que, felices se las prometía chikitín cuando le comentaban estas cosas. Pero nadie le contó que él también tiene que realizar tareas semejantes a las de la novia, y aun más conociendo las exigencias "vestimentiles" de éste (muy apegado al uso de trajes, camisas, gemelos y corbatas, en general al buen vestir, sin excesos, pero al buen vestir).

El caso es que tras probarse chikitín el chaqué por última vez -o eso le gustaba pensar a él- se le ocurrió encargarse una camisa a medida para ese gran día. Hasta ahí, todo bien. El "poema" fue que tras recoger la prenda a medida y probarse de nuevo el conjunto nupcial, determinó que las mangas de la levita eran excesivamente largas para su gusto, pues prefería enseñar puños de camisa doble y pasadores de rodio. No pasa nada -pensó- Castejón lo solucionará.

Dicho y hecho, ahí estaba chikitín frente a nuestro querido Castejón, probándose de nuevo el chaqué bajo la atenta mirada de la Sra Castejón y la madre del novio "Rosi", alias "La Miñota". Seguramente todos los que sois del pueblo estéis suficientemente instruidos en el tema de los motes nazarenos y me entendáis. Para el que no, le aclaro que Los Miñotos, son aquellos seres que poseen un poder denominado supertorrente de voz, una pizca de cabezonerío y un puñao grande de desconfianza en el prójimo, además de diversos rasgos físicos.

El asunto es que La Miñota, no pensaba irse de la tienda hasta que el traje le quedara a su Chikitín como al Príncipe Nicolás de Grecia, que "pa" eso se había comprado ella el PRONTO, el HOLA y el QUÉ ME DICES. Dice la leyenda que La Miñota se había construido una escala 1:100 para medir sobre las diferentes revistas y ver cuánto de puño de camisa había que enseñar sobre la levita. Así que lo tenía todo controlado.
Mientras Chikitín se probaba, había un tenso diálogo entre dependiente y cliente (oséase, La Miñota vs Don Castejón).
-Las mangas de la camisa están largas, decía uno
-No están cortas, decía el otro
-La levita le está más larga de un brazo que de otro, insitía la misma voz de nuevo
-No eso es su hijo que es un poco deforme, le reprochaban...

Chikitín, lejos de sentirse ofendido y con sorna intervino poderosamente -de todos son conocidas las artes oscuras de conciliación que posee, su buen estar y costumbres politicamente correctas, aunque haya ocasiones en las que no se pueda reprimir dejar los asuntos a las cortas luces del instigador de alguna disputa sin sentido-:
-Ya no me hago más cosas a medida que nada más sabéis sacarme fallos, acertó a decir.

Y todos rieron. La cosa se tranqulizó, pero por pocos minutos.
No se sabe cómo, pero comenzó de nuevo el combate. La Miñota con un movimiento hábil, despojó del arma de medir a Don Castejón -tal vez utilizó la llave de los entrañables "Sacamantecas"-, lo tiró al suelo en un pis pas y contó hasta tres. Chikitín se quedó inmóvil tras ver esa estampa, y a la vez, La Miñota le medía la longitud de sus pequeños brazos para verificar su deformidad. Don Castejón, derrotado desde el suelo, indicaba desde dónde tenía que medir la manga y cómo debía recargar el arma de medir para compararlo con la otra manga.

En este tenso combate, y para intentar restarle importancia al asunto de haber desarmado a Don Castejón, Chikitín le propuso a éste que le cobrara las clases de corte y confección a su madre.

¡¡¡ Y aún queda la última prueba!!!

Moraleja, quien ríe el último ríe mejor... ¡vivir para ver!

Ahí queda eso.